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El rigen de Santa Claus

Actualizado: hace 55 minutos

Quien me conozca sabe que me debo a ellas, las setas. Siempre han sido mi pasión, mi inspiración a la hora de ilustrar su formas, sus colores...No hay nada que más me relaje que adentrarme en un bosque lleno de magia fúngica.

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Os dejo aquí una de las interpretaciones que más me gusta sobre el origen de Santa Claus, una interpretación que nos conecta con el bosque, con la psicotropía de algunos hongos como la bella Amanita muscaria.

Esta historia nos conecta con nuestros ancestros, nuestro origen espiritual mucho antes de cristianizar la necesidad de reunirse, de estar en comunidad, de celebrar la vida y construir algo nuevo.

Os presento a mi Santa

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Antes de ser el personaje amable que reparte regalos en una sola noche, Santa Claus puede leerse como la huella moderna de un arquetipo mucho más antiguo: el chamán del norte de Europa. En las culturas árticas y siberianas, el chamán era el mediador entre mundos, el viajero extático que, durante el invierno, descendía a lo invisible para traer dones a su comunidad.

Muchos de los elementos que hoy asociamos con Santa conservan ese simbolismo ancestral.

Su vestimenta roja y blanca recuerda a la Amanita muscaria, el hongo psicotrópico utilizado para el ritual de los chamanes del norte euroasiático, ligado a visiones, sanación y transformación. Esta Seta aparece bajo coníferas, como el árbol simbólico de la Navidad; el abeto, del mismo modo en que los regalos aparecen bajo él, brotando de la noche a la mañana. En la mitología nórdica, Yggdrasil, el árbol del mundo, conecta los distintos planos de la realidad.

Os dejo aquí un video sobre esta mitología

Los renos, compañeros inseparables de Santa, tampoco son una invención inocente. Ellos, igual que muchos otros animales, consumen de forma natural Amanita muscaria. En el folklore chamánico, los animales son espíritus aliados que ayudan al chamán a viajar... Así explicaríamos como Santa ascendía surcando el cielo por el eje del mundo con sus renos.

La casa de Santa en el Polo Norte refuerza esta idea del centro sagrado. En la tradición nórdica, la estrella Polar marca el punto fijo del cielo, el eje alrededor del cual gira el cosmos. Desde allí, el chamán —y Santa— emprende su viaje anual, descendiendo simbólicamente por la chimenea, una imagen que recuerda a cómo se accedía a las viviendas árticas. Éstas tenían una abertura en el techo por donde entraba el chamán durante rituales invernales, ya que la puerta podía quedar bloqueada por la nieve.


La Navidad, más allá de su lectura cristiana, coincide con el solsticio: la muerte y el renacimiento del sol. Santa Claus aparece entonces como una figura de renovación, portador de luz, abundancia y promesa de continuidad tras la noche más larga del año.


Cuando lo miramos así, Santa Claus no es solo un personaje festivo: es la versión moderna de un antiguo chamán ártico, viajero de los cielos, portador de dones y aliado de criaturas que bailan entre lo real y lo mágico.


Así que esta Navidad, si tienes la suerte de ver renos volando y un hombre vestido de rojo y blanco repartiendo alegría… tal vez estés viendo la sombra luminosa de un ritual ancestral o te haya sentado bien algún psicotrópico natural, como la bella Amanita muscaria!


¡Os deseo que tengáis la suerte de encontrarlos y viajéis como Santa! Surcando los cielos para acordaros de los que ya no están pero fructificaron, dejando un rastro de regalos bajo los hermosos árboles que todavía nos acompañan.


¡Feliz Santa!


 
 
 

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